Se debe difundir esta gesta heroica de los católicos mexicanos: Héctor Tarango.
La Cristiada es la lucha victoriosa de un pueblo heroico que debe ser rescatada, desempolvarla y darla a conocer, afirmó el Dr. Socorro Héctor Tarango Rivero, durante la conferencia sobre la guerra cristera que impartió en la Universidad Autónoma de Guadalajara. “La historia oficial está llena de mitos, de falsos héroes, incluso de gente que hizo mucho daño al país”, añadió.
El expositor y autor chihuahuense, quien ha escrito varios libros sobre la lucha de los católicos mexicanos en contra de las leyes que pretendían acabar con el culto, habló sobre los antecedentes, el rompimiento con el gobierno, las acciones civiles y armadas, la finalización del conflicto y las consecuencias de la guerra cristera en México; ilustró su plática con citas de autores que han escrito sobre este conflicto y presentó fotografías de aquel tiempo posrevolucionario.
La conferencia fue organizada por el Centro de Estudios Humanísticos de la UAG, que encabeza el Dr. Ernesto Ávalos López. Se llevó a cabo en el Auditorio “Dr. Luis Garibay Gutiérrez” y en representación de las autoridades universitarias asistieron en Dr. Néstor Velasco Pérez, Vicerrector Académico Emérito; el Dr. Ricardo Beltrán Rojas, Secretario General; y el Mtro. Jorge Tinoco Flores, Jefe de Relaciones Estudiantiles.
La guerra cristera en México tuvo su punto álgido entre 1926 y 1929, pero desde mucho tiempo antes hubo antecedentes, y después, consecuencias. El anticlericalismo ya venía de años atrás, especialmente desde la Reforma, cuando los bienes de la Iglesia fueron expropiados por el Gobierno. En casi todos los movimientos contra la Iglesia estuvo presente algún personaje norteamericano, desde Poinsett hasta los embajadores Wilson y Morrow.
“La Cristiada fue una guerra civil terrible. De parte de los cristeros fue una guerra defensiva, una reacción al poder del Estado contra el pueblo. El gobierno quería desaparecer el catolicismo”. La Constitución de 1917 fue el principal detonante por sus artículos antirreligiosos que los católicos exigían fueran eliminados, pero en lugar de ceder o por lo menos negociar, el gobierno endureció su postura. Autoridades como Tomás Garrido, en Tabasco, desataron una verdadera persecución.
Los católicos se organizaron. La Asociación Católica de la Juventud Mexicana, los Caballeros de Colón y la Adoración Nocturna se involucraron y llevaron a cabo acciones jurídicas. Se integró la Liga Nacional en Defensa de las Libertades Religiosas, la cual al principio era solamente de instrucción cristiana, más tarde pidieron al Presidente Plutarco Elías Calles que derogara las leyes anticatólicas, ya que eran un atropello al estado de Derecho y las simples infracciones eran tratadas como delitos.
Las relaciones se fueron haciendo cada vez más tirantes hasta que la Iglesia decidió, en protesta, cerrar los templos; los sacramentos se impartían en casas particulares. El obispo José de la Mora, y al principio el Papa Pío XI, autorizaron “las acciones defensivas que emprendieron los leales y valientes laicos, que se enfrentaban al terrorismo antirreligioso, violencia psicológica, amenazas a sus familias, profanación y destrucción de templos, proscripción de los sindicatos católicos, abusos de autoridad, cárcel y fusilamientos sin juicios”.
En respuesta, los cristeros tomaron las armas, después de haber acudido sin éxito al Presidente, al Congreso, de realizar manifestaciones multitudinarias, del boicot encabezado por Anacleto González Flores para que cesara la persecución. Incluso se envió una carta de protesta con dos millones de firmas que fue ignorada.
Los católicos realizaron una convención en Mezquitic, en la que Pedro Quintero Zamora llamó a la lucha armada. Posteriormente, hubo más organización con la llegada del general cristero Enrique Gorostieta. Los cristeros contaban con unos 50 mil elementos, entre campesinos y trabajadores; el Gobierno tenía 75 mil soldados, que llegaron a ser más de 100 mil. Unas 25 mil mujeres católicas que formaron las brigadas femeninas “Santa Juana de Arco”, hacían funciones de correo y transportaban armamento para los combatientes.
Se estima que unos 250 mil mexicanos, entre combatientes y civiles, jóvenes, adultos, ancianos, hombres y mujeres, campesinos, profesionistas, estudiantes, clérigos y soldados, murieron en esa guerra civil.
Los cristeros estaban a punto de ganar cuando se ocurrieron “los arreglos”, es decir, las negociaciones entre una parte del clero y el gobierno para detener el fuego y que obligaba a los cristeros a deponer las armas. El documento se firmó en Washington. “Fue una traición, ya en las semanas posteriores más de 500 mandos cristeros fueron asesinados”, dijo el expositor.
¿Dónde quedaron esos héroes?, se preguntó el conferencista, quien reiteró la necesidad de que la verdad se difunda ampliamente. Autores de otros países están muy interesados en el tema.
La Cristiada dio a la Iglesia cientos de mártires y constituyó un respiro para la cristiandad. “Fue asimismo un triunfo, ya que Cristo Rey y su Iglesia siguen viviendo en México”, finalizó Tarango Rivero.
Al terminar la conferencia se llevó a cabo una larga sesión de preguntas y respuestas y después se le entregó al conferencista un reconocimiento.
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